No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno
ama al mundo, el amor del Padre no está en él. (1 Juan 2:15)
"El verdadero cristiano no tendrá deseos de entrar en ningún lugar de diversión
ni participar de diversión alguna sobre los que no pueda pedir la bendición de
Dios. No irá al teatro, [ni] a los salones de billar... No se unirá con los
alegres bailarines ni participará en ningún otro placer seductor que borre a
Cristo de su mente."
"A los que abogan por estas diversiones les
contestamos que no podemos participar de ellas en el nombre de Jesús de
Nazaret... Id con vuestra imaginación al Getsemaní, y contemplad la angustia que
Cristo soportó por nosotros. Ved al Redentor del mundo luchando con agonía
sobrehumana, con los pecados de todo el mundo sobre él. Escuchad su oración
llevada por la brisa: "Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga
mi voluntad, sino la tuya". Había llegado la hora de las tinieblas. Cristo había
entrado en las sombras de su cruz. Debía beber solo la amarga copa. De todos los
hijos del mundo que había bendecido y consolado, no había uno solo que lo
consolara en esta terrible hora. Lo traicionaron y entregaron en manos de la
turba asesina. Desfallecido y cansado, lo arrastraron de un tribunal a otro...
El que no conoció la mancha del pecado derramó su vida como malhechor en el
Calvario. Esta historia debería conmover profundamente a cada alma. El Hijo de
Dios se hizo varón de dolores, experimentado en quebranto, a fin de salvarnos...
Mantened constantemente en vosotros una vislumbre del sacrificio infinito
realizado por nuestra redención, y el salón de baile perderá su atractivo."
"Cristo no sólo murió como sacrificio por nosotros, sino que también vive como ejemplo para nosotros. En su naturaleza humana aparece íntegro, perfecto, inmaculado. Ser cristiano es ser como Cristo. Todo nuestro ser, cuerpo alma y espíritu, debe ser purificado, ennoblecido y santificado hasta que reflejemos a Cristo.
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