Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido
por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó
de las tinieblas a su luz admirable.
1 Pedro 2:9
Así como la cera toma la semejanza del sello al que se adhiere, el alma recibe y
conserva la imagen moral de Dios. Nos sentimos completos y transfigurados cuando
contemplamos su pureza y su justicia. A menos que tengamos una fe firme,
constante y activa, nuestras almas se volverán descuidadas y nuestra fe se
debilitará.
El gran pecado del pueblo de Dios en la actualidad consiste
en que no aprecia el valor de las bendiciones que Dios derrama sobre él.
Servimos al Señor con corazones divididos. Albergamos algún ídolo y rendimos
culto en su altar. La verdad de Dios, si se la incorpora a la vida y se la
entrelaza con el carácter, será elevada y santa, y santificará el alma. Dios
está tratando de que, por medio de su verdad, lleguemos a ser un pueblo separado
y diferente. Este es el resultado de la influencia de la verdad. Nuestra
obediencia y devoción no se equiparan con la luz que tenemos y los privilegios
de que gozamos. La sagrada obligación que descansa sobre nosotros de caminar
como hijos de la luz, no se cumple en nuestras vidas. Como cristianos no
logramos ponernos a la altura de nuestra elevada vocación. Hemos recibido
advertencias y reprensiones de parte de Dios, pero han ejercido influencia sobre
nosotros por sólo poco tiempo, porque no consideramos que sea la obra de nuestra
vida avanzar y ascender hacia la meta del premio de nuestra elevada vocación en
Cristo Jesús.
¡Cuánto quisiera que el pueblo de Dios comprendiera sus
privilegios y entendiera, gracias a la luz que emana de la Palabra de Dios, que
seremos juzgados de acuerdo con la luz que resplandece en nuestra senda! Todos
los privilegios y oportunidades que Dios nos ha dado, tienen el propósito de
hacer de nosotros mejores hombres y mujeres. El pueblo de Dios debe avanzar a
partir de un principio bien definido, de manera que su primer propósito sea
buscar el reino de Dios y su justicia y de allí en adelante avanzar desde la luz
a una luz aún mayor.
Toda alma que realmente cree en la Palabra de Dios
lo revelará por medio de sus obras. La gran bondad de Dios se manifiesta
ampliamente en su voluntad. No pueden ser cristianos si son negligentes en
cumplir todo lo que su voluntad y su Palabra les piden que hagan.
( Carta 8 , del
11 de febrero de 1887, dirigida a los Hnos. Lockwood).
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