Yo dije: Atenderé a mis caminos, para no pecar con mi lengua; guardaré mi boca
con freno, en tanto que el impío esté delante de mí.
Salmos 39:1
Hijos míos: Velen en oración, y sean cada vez más cuidadosos con respecto a sus
palabras y su conducta. "Velad y orad para que no entréis en tentación".(Mateo 26:41).Es poco
prudente concederle al enemigo la más mínima ventaja. Hijo mío: Sé caballeroso,
y tu influencia sobre tus colaboradores será mayor. Nunca hables
imprudentemente. El respeto propio debe impedirte caer en el enojo. Si nos
respetamos a nosotros mismos al llevar el yugo de Cristo, decuplicaremos nuestra
influencia.
La naturaleza humana seguirá siendo la misma, pero puede ser
elevada y ennoblecida mediante su unión con la naturaleza divina. Al participar
de la naturaleza divina los hombres y mujeres escapan a la corrupción que está
en el mundo debido a la concupiscencia.
La verdad debe ser practicada
para que sea un poder en el mundo. Cuando la verdad mora en el corazón, la
experiencia diaria es una revelación del poder dominante de la gracia de Cristo.
Nunca mantengan la verdad en el atrio exterior. El Espíritu Santo debe
estamparla en el alma.
Reverencien a Dios y a su posición adquirida.
Cuiden sus modales, porque son representantes de Cristo. Controlen
diligentemente sus palabras y trabajen con fervor para que los pecadores se
convenzan y se conviertan. Mantengan el corazón en comunión con Dios por medio
de la oración. Cuando se les dirijan palabras duras, que no se ajusten a la
verdad, no pierdan el dominio propio. Recuerden que "la blanda respuesta quita
la ira" (Proverbios 15: 1), que el que se domina a sí mismo es mayor que el que toma
una ciudad.
El verdadero cristiano es caballero. Los que están llenos de
amor propio piensan que tienen el privilegio de decir algunas cosas que mejor
sería no mencionar. Menos palabras y acciones más amables les ayudarían a
ejercer una influencia mejor. Dios afirma: "Porque por tus palabras serás
condenado" (Mateo 12: 37). Todas nuestras palabras y acciones, buenas y malas,
son examinadas por Dios. ¡Qué solemne pensamiento! La Palabra de Dios nos pide
que no nos provoquemos a ira los unos a los otros. Pero hay una provocación que
se justifica.
Pablo escribe:. . . "Y considerémonos unos a otros para
estimularnos al amor y a las buenas obras" (Hebreos 10: 24).
( Carta 38 , del 2 de
marzo de 1903, dirigida a Edson y Emma White).
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