Si me amaís, guardad mis mandamientos.
(Juan 14:15)
Establezcamos plenamente esto en nuestra mente: Si aceptamos a Cristo como a un
Redentor, debemos aceptarlo como a un Legislador. No podemos tener la seguridad,
la perfecta confianza en Cristo como nuestro Salvador, hasta que lo reconozcamos
y obedezcamos sus mandamientos. Así manifestamos nuestra lealtad a Dios.
Entonces nuestra fe es genuina. Obra por amor. Decid desde vuestro corazón:
"Señor, sé que moriste para redimir mi alma. Si evaluaste tanto mi alma que
entregaste tu vida por mí, te entrego mi vida y todas sus posibilidades". La
voluntad debe ponerse en completa armonía con la voluntad de Dios.
Hoy se hace esta invitación: "Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas" (Mateo 11:28,29). Cristo tiene descanso para todos los que quieran llevar su yugo y aprender su humildad y mansedumbre de corazón. Aquí se nos enseña sujeción y obediencia, y en esto hallaremos descanso. Gracias a Dios porque en la humildad y la obediencia podemos encontrar justamente lo que tanto necesitamos, el descanso que se encuentra en la fe y la perfecta confianza. No debemos hacernos yugos opresivos para nuestro cuello. Tomemos el yugo de Cristo y andemos junto a él con entera obediencia...
"Si guardarais mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor" (Juan 15:10). Este es el yugo que Cristo nos invita a llevar: el yugo de la obediencia. Digamos: "Señor, confío en tu palabra; recibo tu promesa. Acudo a ti porque te necesito como Salvador personal. Necesito un Cristo permanente. Dependo de ti. Tú eres mío".
Hoy se hace esta invitación: "Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas" (Mateo 11:28,29). Cristo tiene descanso para todos los que quieran llevar su yugo y aprender su humildad y mansedumbre de corazón. Aquí se nos enseña sujeción y obediencia, y en esto hallaremos descanso. Gracias a Dios porque en la humildad y la obediencia podemos encontrar justamente lo que tanto necesitamos, el descanso que se encuentra en la fe y la perfecta confianza. No debemos hacernos yugos opresivos para nuestro cuello. Tomemos el yugo de Cristo y andemos junto a él con entera obediencia...
"Si guardarais mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor" (Juan 15:10). Este es el yugo que Cristo nos invita a llevar: el yugo de la obediencia. Digamos: "Señor, confío en tu palabra; recibo tu promesa. Acudo a ti porque te necesito como Salvador personal. Necesito un Cristo permanente. Dependo de ti. Tú eres mío".
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