¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios?
Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo,
se constituye enemigo de Dios. (Santiago 4:4)
Las Escrituras proporcionan abundante evidencia de que es más seguro unirse al
Señor y perder los favores y la amistad del mundo, que acudir al mundo en busca
de favor y apoyo olvidando nuestra dependencia de Dios...
El Señor mismo ha establecido una muralla separatoria entre las cosas del mundo y las que ha elegido y sacado del mundo y santificado para él mismo. El mundo no reconocerá esta distinción... Pero Dios ha establecido esta separación y la hará durar. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos, el Señor ha ordenado definidamente a su pueblo que sea diferente del mundo en espíritu, en obras, en la práctica, para que sea una nación santa, un pueblo peculiar, a fin de manifestar las alabanzas del que los llamó de las tinieblas a su luz admirable. El este no está más lejos del oeste de lo que están los hijos de luz en sus costumbres, prácticas y espíritu de los hijos de las tinieblas. Esta distinción será más señalada y decidida a medida que nos acerquemos al final del tiempo...
Hay un elemento llamado amor que nos enseña a alabar y halagar a nuestros semejantes y a no decirles fielmente el peligro que corren y a no amonestarles y aconsejarlos para su bien. Este amor no proviene del cielo. Nuestras palabras y acciones deberían ser serias y fervientes, especialmente ante los que descuidan la salvación de su alma.... Si nos unimos con ellos en liviandad, vulgaridad y búsqueda del placer, o en cualquier hecho que desplace la seriedad de la mente, les estamos diciendo constantemente con nuestro ejemplo: "Paz, paz; no os perturbéis. No hay razón para que os alarméis". Esto es como decirle al pecador: "Todo te saldrá bien".
El Señor mismo ha establecido una muralla separatoria entre las cosas del mundo y las que ha elegido y sacado del mundo y santificado para él mismo. El mundo no reconocerá esta distinción... Pero Dios ha establecido esta separación y la hará durar. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos, el Señor ha ordenado definidamente a su pueblo que sea diferente del mundo en espíritu, en obras, en la práctica, para que sea una nación santa, un pueblo peculiar, a fin de manifestar las alabanzas del que los llamó de las tinieblas a su luz admirable. El este no está más lejos del oeste de lo que están los hijos de luz en sus costumbres, prácticas y espíritu de los hijos de las tinieblas. Esta distinción será más señalada y decidida a medida que nos acerquemos al final del tiempo...
Hay un elemento llamado amor que nos enseña a alabar y halagar a nuestros semejantes y a no decirles fielmente el peligro que corren y a no amonestarles y aconsejarlos para su bien. Este amor no proviene del cielo. Nuestras palabras y acciones deberían ser serias y fervientes, especialmente ante los que descuidan la salvación de su alma.... Si nos unimos con ellos en liviandad, vulgaridad y búsqueda del placer, o en cualquier hecho que desplace la seriedad de la mente, les estamos diciendo constantemente con nuestro ejemplo: "Paz, paz; no os perturbéis. No hay razón para que os alarméis". Esto es como decirle al pecador: "Todo te saldrá bien".
No hay comentarios:
Publicar un comentario