Y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que
seáis de toda la plenitud de Dios. (Efesios 3:19)
Muchos piensan que es imposible escapar del poder del pecado, pero se nos ha
prometido que seremos llenos de toda la plenitud de Dios. Apuntamos demasiado
bajo. La meta esta mucho más alta. Nuestra mente necesita expandirse para poder
comprender el significado de la provisión de Dios. Debemos reflejar los
atributos más elevados del carácter de Dios. Deberíamos estar agradecidos porque
no se nos ha dejado abandonados a nosotros mismos. La ley de Dios es la norma
exaltada que debemos alcanzar.....No debemos andar según nuestras propias
ideas,... sino debemos seguir en los pasos de Cristo.
La obra de vencer está en nuestras manos, pero no debemos vencer en nuestro propio nombre o fortaleza, porque no podemos guardar los mandamientos por nuestras propias fuerzas. El Espíritu de Dios debe ayudar nuestras flaquezas. Cristo es nuestro sacrificio y garantía. Se hizo pecado por nosotros, para que nosotros fuéramos hechos justicia de Dios en él. Mediante la fe en su nombre, él nos imputa la justicia y se hace un principio viviente en nuestra vida... Cristo nos imputa su carácter sin pecado, y nos presenta delante del Padre en su propia pureza.
No podemos proveernos por nuestra cuenta del ropaje de la justicia, porque el profeta dice: "Todas nuestras justicias [son] como trapo de inmundicia" (Isaías 64:6). No hay nada en nosotros con qué cubrir el alma para que no se vea su desnudez. Debemos recibir el ropaje de justicia tejido en el telar del cielo, el ropaje puro de la justicia de Cristo. Debemos decir: Él murió por mí. Él llevó la desgracia de mi alma para que yo venza en su nombre y sea exaltado hasta su trono.
Los hijos de Dios tienen el privilegio de estar llenos de toda la plenitud de Dios.
La obra de vencer está en nuestras manos, pero no debemos vencer en nuestro propio nombre o fortaleza, porque no podemos guardar los mandamientos por nuestras propias fuerzas. El Espíritu de Dios debe ayudar nuestras flaquezas. Cristo es nuestro sacrificio y garantía. Se hizo pecado por nosotros, para que nosotros fuéramos hechos justicia de Dios en él. Mediante la fe en su nombre, él nos imputa la justicia y se hace un principio viviente en nuestra vida... Cristo nos imputa su carácter sin pecado, y nos presenta delante del Padre en su propia pureza.
No podemos proveernos por nuestra cuenta del ropaje de la justicia, porque el profeta dice: "Todas nuestras justicias [son] como trapo de inmundicia" (Isaías 64:6). No hay nada en nosotros con qué cubrir el alma para que no se vea su desnudez. Debemos recibir el ropaje de justicia tejido en el telar del cielo, el ropaje puro de la justicia de Cristo. Debemos decir: Él murió por mí. Él llevó la desgracia de mi alma para que yo venza en su nombre y sea exaltado hasta su trono.
Los hijos de Dios tienen el privilegio de estar llenos de toda la plenitud de Dios.
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