Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios,
y velas en oración.
1 Pedro 4:7
Las señales de los tiempos nos indican que el fin de todas las cosas se
aproxima. Las profecías cumplidas se han convertido en hechos históricos que
definen claramente nuestra posición. Estamos en el umbral del mundo eterno.
Nuestro señor advirtió anticipadamente a su pueblo que la iniquidad abundaría en
los días finales, y ejercerla una influencia paralizadora sobre la verdadera
piedad. La maldad se ve, se oye y se siente a nuestro alrededor. Parece que
penetra la misma atmósfera y afecta la fe y el amor del profeso pueblo de Dios.
Es difícil mantener la integridad cristiana. El hecho es que muchas de las cosas
corrientes de nuestros días que ocurren en el cristianismo se deben a la
ausencia de persecución. Cuando venga la prueba de las fieras persecuciones, una
gran proporción de los que profesan la fe mostrarán que su religión no era más
que un vacío formalismo...
Los días en que vivimos son peligrosos. En las vidas de muchos cristianos profesos se ven el descuido, la liviandad, el amor a los placeres y la complacencia egoísta. ¿Es éste un tiempo cuando los adventistas han de perder su fe y tornarse fríos y formales? ¡No lo permita Dios! ¿Nos haremos traidores en el preciso instante cuando Dios debería ser más glorificado por nuestra firme adhesión a los principios? ¿Nos alejaremos ahora de las atracciones celestiales, cuando casi podemos ver las glorias de la otra ribera? Vivimos en el período más importante de la historia terrena. Manteniendo nuestra lealtad a Dios, podemos dar el testimonio más noble por Cristo y la verdad.
El verdadero cristiano se aferrará a las promesas de Dios más firmemente ahora que nunca antes. Su corazón está donde ha puesto su tesoro: en el cielo. Cuando se desprecian y olvidan los principios rectos, entonces los fieles y leales manifiestan su gran celo y profundo amor, entonces permanecen firmemente por la verdad, aunque sea impopular.
Los días en que vivimos son peligrosos. En las vidas de muchos cristianos profesos se ven el descuido, la liviandad, el amor a los placeres y la complacencia egoísta. ¿Es éste un tiempo cuando los adventistas han de perder su fe y tornarse fríos y formales? ¡No lo permita Dios! ¿Nos haremos traidores en el preciso instante cuando Dios debería ser más glorificado por nuestra firme adhesión a los principios? ¿Nos alejaremos ahora de las atracciones celestiales, cuando casi podemos ver las glorias de la otra ribera? Vivimos en el período más importante de la historia terrena. Manteniendo nuestra lealtad a Dios, podemos dar el testimonio más noble por Cristo y la verdad.
El verdadero cristiano se aferrará a las promesas de Dios más firmemente ahora que nunca antes. Su corazón está donde ha puesto su tesoro: en el cielo. Cuando se desprecian y olvidan los principios rectos, entonces los fieles y leales manifiestan su gran celo y profundo amor, entonces permanecen firmemente por la verdad, aunque sea impopular.
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