Aguarda a Jehová; esfuérzate, y aliéntese tu corazón;
si, espera a Jehová. (Salmos 27:14)
Ninguna vida fue tan llena de trabajo y responsabilidad como la de Jesús, y, sin
embargo, cuán a menudo se le encontraba en oración. Cuán constante era su
comunión con Dios... Como uno de nosotros, participante de nuestras necesidades
y debilidades, dependía enteramente de Dios, y en el lugar secreto de oración,
buscaba fuerza divina, a fin de salir fortalecido para hacer frente a los
deberes y las pruebas. En un mundo de pecado, Jesús soportó luchas y torturas
del alma. En la comunión con Dios, podía descargarse de los pesares que le
abrumaban. Allí encontraba consuelo y gozo.
En Cristo, el clamor de a humanidad llegaba al Padre de compasión infinita. Como hombre, suplicaba al trono de Dios, hasta que su humanidad se cargaba de una corriente celestial que conectaba a la humanidad con la divinidad. Por medio de la comunión continua, recibía vida de Dios a fin de impartirla al mundo. Su experiencia ha de ser la nuestra.
"Venid vosotros aparte", nos invita. Si tan sólo escuchásemos su palabra, seríamos más fuertes y más útiles... Si hoy tomásemos tiempo para ir a Jesús y contarle nuestras necesidades, no quedaríamos chasqueados; él estaría a nuestra diestra para ayudarnos...
En todos los que reciben la preparación divina, debe revelarse una vida que no está en armonía con el mundo, sus costumbres o prácticas; y cada uno necesita tener experiencia personal en cuanto a obtener el conocimiento de la voluntad de Dios. Debemos oírle individualmente hablarnos al corazón. Cuando todas las demás voces quedan acalladas, y en la quietud esperamos delante de él, el silencio del alma hace más distinta la voz de Dios. Nos invita: "Estad quietos, y conoced que yo soy Dios" (Salmos 46:10). Solamente allí puede encontrarse verdadero descanso.
En Cristo, el clamor de a humanidad llegaba al Padre de compasión infinita. Como hombre, suplicaba al trono de Dios, hasta que su humanidad se cargaba de una corriente celestial que conectaba a la humanidad con la divinidad. Por medio de la comunión continua, recibía vida de Dios a fin de impartirla al mundo. Su experiencia ha de ser la nuestra.
"Venid vosotros aparte", nos invita. Si tan sólo escuchásemos su palabra, seríamos más fuertes y más útiles... Si hoy tomásemos tiempo para ir a Jesús y contarle nuestras necesidades, no quedaríamos chasqueados; él estaría a nuestra diestra para ayudarnos...
En todos los que reciben la preparación divina, debe revelarse una vida que no está en armonía con el mundo, sus costumbres o prácticas; y cada uno necesita tener experiencia personal en cuanto a obtener el conocimiento de la voluntad de Dios. Debemos oírle individualmente hablarnos al corazón. Cuando todas las demás voces quedan acalladas, y en la quietud esperamos delante de él, el silencio del alma hace más distinta la voz de Dios. Nos invita: "Estad quietos, y conoced que yo soy Dios" (Salmos 46:10). Solamente allí puede encontrarse verdadero descanso.
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