Extendí mis manos todo el día a pueblo rebelde, el cual anda por
camino no bueno en pos de sus pensamientos. (Isaías 65:2)
El Señor Dios, mediante Cristo, extiende su mano durante todo el día invitando
al necesitado. Recibirá a todos. Da a todos la bienvenida. No rechaza a ninguno.
Su gloria en perdonar al más empedernido de los pecadores. Quitará la presa al
valiente y librará a los cautivos; arrebatará el tizón del fuego. Hará descender
la cadena dorada de su misericordia a las mayores profundidades de la desdicha
humana y de la culpa, y levantará al alma envelecida contaminada por el pecado.
Pero el ser humano debe querer aproximarse y colaborar en la obra de salvar; su
alma, utilizando las oportunidades que Dios le dio. El Señor no fuerza a
ninguno. El inmaculado vestido de bodas de la justicia de Cristo está preparado
para cubrir al pecador, pero si lo rehúsa, debe perecer.
El registro del pasado puede borrarse con la sangre de Cristo, y la página puede quedar limpia y blanca "Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana" (Isaías 1:18).
Las palabras pronunciadas por Jesús: "Tus pecados te son perdonados" (Mateo 9:2), tienen un inmenso valor para nosotros. Él dijo: He llevado tus pecados en mi propio cuerpo en la cruz del Calvario. Él ve vuestras aflicciones. Su mano se posa sobre la cabeza de cada alma contrita, y Jesús se convierte en nuestro Abogado delante del Padre, y nuestro Salvador. El corazón humillado y contrito recibirá una gran bendición con el perdón...
Podemos repetir a otros su tierna compasión, a otro que vagan en el laberinto del pecado. Debemos revelar tiernamente a otros la gracia de Cristo que nos ha sido manifestada.
El registro del pasado puede borrarse con la sangre de Cristo, y la página puede quedar limpia y blanca "Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana" (Isaías 1:18).
Las palabras pronunciadas por Jesús: "Tus pecados te son perdonados" (Mateo 9:2), tienen un inmenso valor para nosotros. Él dijo: He llevado tus pecados en mi propio cuerpo en la cruz del Calvario. Él ve vuestras aflicciones. Su mano se posa sobre la cabeza de cada alma contrita, y Jesús se convierte en nuestro Abogado delante del Padre, y nuestro Salvador. El corazón humillado y contrito recibirá una gran bendición con el perdón...
Podemos repetir a otros su tierna compasión, a otro que vagan en el laberinto del pecado. Debemos revelar tiernamente a otros la gracia de Cristo que nos ha sido manifestada.
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