Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan,
vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual
yo daré por la vida del mundo. (Juan 6:51).
El pan no nos puede beneficiar a menos que lo comamos, a menos que se convierta en parte de nuestro ser. Un conocimiento de Cristo no servirá de nada a menos que lleguemos a ser como Él en carácter, a la misma semejanza y representando su espíritu al mundo. Cristo no tiene valor para nosotros a menos que sea formado dentro de nosotros: la esperanza de gloria. Si no lo conocemos como a nuestro Salvador personal, no nos hará bien un conocimiento teórico. El agua no apagará nuestra sed, a menos que la bebamos. El pan no satisfará nuestra hambre, a menos que lo comamos.
Si nos alimentamos espiritualmente de Cristo, somos participantes de su naturaleza, estamos comiendo de su carne y bebiendo de su sangre.
Cuando Cristo pronunció estas palabras, muchos de sus discípulos quedaron en duda en cuanto a su significado, y Él explicó sus palabras diciendo: "El espíritu es el que da vida; la carne nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida" (Juan 6:63)
Si consideráis a Cristo como a un tesoro valioso, si encontráis en Él vuestra mayor satisfacción, si es valorado y apreciado por encima de todo lo demás, si consideráis todo pérdida para poder ganarlo, estáis comiendo su carne y bebiendo su sangre y estáis conformándoos a su imagen. Los que tienen hambre y sed de justicia serán hartos. La invitación es: "A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche. ¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia? Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra alma con grosura..." (Isaías 55:1,2).
Si nos alimentamos espiritualmente de Cristo, somos participantes de su naturaleza, estamos comiendo de su carne y bebiendo de su sangre.
Cuando Cristo pronunció estas palabras, muchos de sus discípulos quedaron en duda en cuanto a su significado, y Él explicó sus palabras diciendo: "El espíritu es el que da vida; la carne nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida" (Juan 6:63)
Si consideráis a Cristo como a un tesoro valioso, si encontráis en Él vuestra mayor satisfacción, si es valorado y apreciado por encima de todo lo demás, si consideráis todo pérdida para poder ganarlo, estáis comiendo su carne y bebiendo su sangre y estáis conformándoos a su imagen. Los que tienen hambre y sed de justicia serán hartos. La invitación es: "A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche. ¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia? Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra alma con grosura..." (Isaías 55:1,2).