BIENVENIDOS

"Yo amo a los que me aman, y me hallan los que temprano me buscan" PROVERBIOS 8:17

Es tiempo de que seamos más intensos en nuestra devoción.
E.G.W. "Recibiréis Poder" 22 de Octubre

29 de junio de 2012

EL MÁS GRANDE SERVICIO


Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros,
 como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. (Efesios 4:32)

  El mayor servicio que podemos prestar a Dios, y que reflejará permanentes rayos de luz sobre la senda de otros, es ser pacientes, bondadosos, firmes en los principios como una roca, temerosos de Dios. Esto nos hará la sal de la tierra, la luz del mundo. Con frecuencia estaremos chasqueados, porque no hallaremos la perfección en los que se relacionan con nosotros, y ellos no verán perfección en nosotros. Sólo mediante esfuerzos agonizantes de nuestra parte llegaremos a ser abnegados, humildes, semejantes a niños, dóciles, mansos y humildes de corazón, como nuestro divino Señor. Debemos elevar nuestro corazón y mente a un elevado plano de educación en las cosas espirituales y celestiales. 

Este mundo no es el cielo, sino el taller de Dios para preparar a su pueblo para un paraíso puro y santo. Y al paso que cada uno de nosotros debe sentir que es una parte de la gran trama de la humanidad, no debe esperar que otros en esa trama sean sin faltas, así como él no lo es. Se cometerán errores, y si los que yerran están dispuestos a ser corregidos se gana una valiosa lección, de modo que su derrota se convierta en victoria. Debéis considerar que muchos de vuestros propios errores no se muestran a la luz pública, y sed cuidadosos de no hacer que los errores e imperfecciones de otros aparezcan en su peor forma, ya sea para vosotros o para otros. Nadie es perfecto, y una crítica injusta fomentada hacia otros no es sabia ni cristiana...

Tenemos una seria y solemne obra que hacer para nosotros mismos: la limpieza de nuestra propia alma de borrones y manchas, si hemos de permanecer cuando aparezca el Hijo del hombre, siendo absueltos por él. Debemos ser tanto educadores como reformadores. Apartarnos de cualquiera que yerra y no sigue nuestras propias ideas, no es proceder como Cristo procede con nosotros.

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